De la montaña bajaba
un río muy cristalino,
fresco y puro;
pero lo contaminaba,
el veneno más dañino...
¡El cianuro!
Los pájaros que cantaban
y las liebres que corrían…
¡En los huertos!
Sus cuerpos contaminaban
con el agua que bebían…
¡Y están muertos!
La avaricia no escatima
a pesar de tanta muerte,
por el oro.
No le importa si lastima
y el poder más la pervierte,
sin decoro.
El malvado se aprovecha
y sustenta decisiones
con sus egos;
y el infame siempre asecha
con sus vastas ilusiones,
a los ciegos.
¿Quién podrá ahora salvarte
de las garras del malvado,
que envenena?
Hoy yo quiero preguntarte:
¿Por qué vives engañado?
¡Ay, qué pena!