Valentin Von Harnicsh

Ilusión

Con la fresca imagen de la esperanza se forjan las vivas ilusiones,

Que nacen con el canto de los ruidosos gorriones y ruiseñores,

En las copas de los árboles de las atestadas y saturadas plazas,

Cuando ha pasado el invierno y, de primavera, las primeras mañanas.

 

Incluso el recuerdo del silbado soneto ilusorio hace feliz al hombre:

Lo lleva al país de la dicha, del eterno descanso a la inmerecida pena

Del hogar perdido en la lejanía de los años que los separan inclemente,

De aquella nación que en un tramo del tiempo le recibió en la tierra.

 

Sangre y llanto, olores iguales a la muerte y la pólvora en la batalla:

Una, contra uno mismo, otra contra los hombres llamados enemigos;

En común tienen la arrogante tiranía de la juventud marchita y vencida

En la tierra de nadie del tiempo, esperando la paz de los fenecidos.

 

Para morir solo basta tener la aspiración de seguir respirando

Y un par de piernas para recorrer el orbe como desposeído,

Con hambre, sed, fatiga, tristeza, afanes, melancolía y frío

Que unos llevan en el alma y a otros se le nota en lo físico.

 

Con la apacible idea de las ilusiones, se vive entre las tinieblas del alma:

Unos esperan quedarse donde llegan, otros sueñan volver de donde partieron;

La existencia es una eterna condena que obliga ofensiva a los despiertos,

Justo equilibrio donde no hay vencidos ni vencedores, pero si sueños eternos.

 

Cuando llegue el día de rendirme, donde no tenga saldo a favor ni pendiente alguna cuenta, 

Yo mismo buscaré a la que siempre nos espera y me entregaré con los versos de Nervo en la boca

Y dulcemente me tomará en sus brazos fríos, donde a tantos y tantos ella acariciaba,

Pues la ilusión de toda una vida es descansar naturalmente en la eternidad que nos espera.