El hombre bonito camina altivo, ha visto el alba clara y se ha bañado en el azul rocío,
Se pasea entre brumas y sorbos que el aire bebe.
Sus pasos son leves, como si la tierra no los tocara, como si su sombra fuera una visión, y su rostro, un reflejo de lo que no se puede nombrar.
Él me ha mirado una vez, y yo inquieta le esquivé, como quien teme perderse en el fulgor de una luz que no puede alcanzar
Mi pobre hombre bonito, te enamoraste de las palabras y en su gama de colores piensas en verdes y el color salvaje de las ranas doradas.
Tejes mis poemas y los sacudes en la gran red de lo diluido.
Cuidadosa rana que sabe saltar, te miro y me río, me río de este caudal extraño que tendremos que afrontar, y pregunto al cielo de cuál silencio me querías hablar ?
¿En cuál silencio nos acercamos más al mar?
¿ En cuál silencio me vas a besar?
Ponte al margen, la rana se queda en el centro, deja que yo guíe, deja que me meta en tu mirada.
El hombre bonito prosigue su camino, triste o alegre a él, eso le da igual.
Va dejando huellas y estrellas al pasar y yo las recojo para saltar.
P. SABAG