En penumbra
Desafiando al sol,
una ceguera homérica
me envolvió en penumbra total.
Los arcoíris se apagaron en mis pupilas,
y el escenario de la infancia
alzó el telón del inconsciente.
En ese teatro íntimo,
desfilaban pastorales aún por vivir:
horizontes soñados,
valles en flor,
riachuelos
que se derramaban en tímidas cascadas,
y árboles que,
en el umbral del otoño,
desplegaban su paleta de colores.
Aves migrantes del norte
hilaban con sus cantos
la sinfonía del viento,
que jugueteaba
entre las copas de los cipreses.
Me abandoné al ensueño
en este idílico momento,
para escapar de una realidad
que no deseaba retar.
Me resistía a recuperar la visión,
temeroso de encontrarme
con ese sol despiadado que,
en lugar de calidez,
arroja su luz sobre un mundo de sombras:
una sociedad corroída por las injusticias,
donde las ansias de poder,
la mentira y el desdén mutuo
amenazan con desmoronar
las frágiles columnas de la democracia.
Sumido en esta oscuridad
encontré un refugio
donde los sueños florecen
y la belleza persiste,
aunque solo sea en la memoria.
En este retiro,
decidí demorar la vuelta a la realidad,
dejando que el espíritu
respirara un poco más de eternidad.