Te amo, oh mía, en cada desgarre de la atmósfera
cuando el sol proyecta vitalmente su irradiación,
te amo, cuando el crepúsculo pinta la estratósfera
después de la jornada del día, qué fortuna,
y cuando el bardo se inspira bebiendo su brebaje,
te amo, ¡ay!, que los cielos permitan que podamos
entregarnos… mientras el mundo gira y gira,
retribuyéndonos con las fruiciones que nos concedemos,
manteniendo así, siempre encendida la pira.