Vuelve la espuma dorada
nacida en mi boca
y deja semilla en la tierra;
permaneces tranquila y vulnerable
al pie de tu orilla.
Estatua hecha de azúcar y trigo
aguarda el ajeno perfume
que expeles en la madrugada
y trae a tu límite azul
el canto de bailarinas del harén.
Un ímpetu
de sangre
de sudor
de trémulos espasmos
mide tu distanca ígnea
te arrolla
y callas.
Hay en la luna
una escuela de felatrices
y dentro libros, de Freud, abiertos.
Afrodita no concilia el sueño
ensimismada
con desnudar el sexo del sol.
Los matemáticos no hallaron
simetría
en el ombligo de una mujer.
Hoy de nuevo muere un loco
que logró bañarse
con agua de arco iris
y su cuerpo servirá de cimiento
para un manicomio.
Ya olvidaron los días lunes
asomar por el tragaluz
y sorprendernos
mordiendo una manzana.
Callas porque tienes palabras
y no es propicio
interrumpir los gemidos
que suben a tocarnos los dientes
y se dan muerte
en los huesos.
Tus párpados caídos
iluminan más
que una antorcha en la nieve;
bajo y vuelvo a dejar espuma
en tu diurno nenúfar oleoso.