Nunca dijo su nombre,
quizás nunca tenia.
El era rubio y trigueño,
hombre de todos los días.
Era de pan su sonrisa,
su mirada miel y mirra.
Sus cabellos al viento
y su piel... sol que brilla.
Nunca pude besarlo,
nunca sane sus heridas.
Pero el besó mi frente
y me clavo mil espinas.
Nunca dijo su nombre
y dejó abierta tres llagas.
La del amor, el deseo
y mi vida que nunca sana.