Bajo la luna llena en invierno,
el frío se adueña del aire y del cielo,
pero la luz plateada que se derrama
trae consigo un manto de consuelo.
La nieve cruje bajo los pasos,
y el silencio es tan puro, tan vasto,
que cada estrella parece susurrarte
un secreto guardado en el vasto.
La luna, redonda y luminosa,
ilumina los árboles desnudos,
y en su brillo se refleja la calma
de noches largas y días mudos.
El viento gélido acaricia las mejillas,
y la luna, en su esplendor, vigila,
como un faro en la noche invernal,
un faro de paz, de quietud y maravilla.
En este invierno, bajo su luz,
todo parece más sereno y real,
y en cada rincón de la noche helada,
la luna llena nos hace
sentir su sello eternal.