Desnuda el alma, desnudos los pies, su danza era un canto a lo infinito, no hubo tacones ni pasos de ley, su arte brotaba puro y bendito.
Cada giro ardía como un fulgor, el suelo vibraba bajo su empeño, un eco profundo marcaba el clamor, su danza era libre, sin dueño ni sueño.
Gitana y musa de luz y desvelo, pintaba con pasos la piel del suelo, en cada compás, un lienzo abierto,
su arte salvaje, crudo y desierto como fresa en el huerto.
La Chunga, raíz de un grito profundo, guardiana del fuego, dueña del mundo, eterna en el aire del compás vivo, descalza y libre, siempre el motivo.