Soy Dos y estoy bien mal;
a Cuatro no me he de sumar;
es una suma antinatural,
no se debe hacer la suma par.
Mi amigo Tres está fatal;
con Cinco no se ha de sumar;
tal adición es anormal,
no se debe hacer la suma par.
Al reverendo Cero pregunté:
—¿Por qué es que no se debe hacer?
Si la suma da par o impar,
si es suma, ¿qué más da?
En tono muy serio me contestó:
—Es Infinito quien promulgó,
la paridad en la suma no va,
la imparidad es el ideal.
No sobra en la suma par,
sobra Uno en la suma impar,
ese Uno lo habrá de cuidar
quien se sumó en primer lugar.
No deja nada la suma par,
ningún Uno a quien cuidar,
así no debe ser la suma ideal,
por tanto es suma antinatural.
Confundido le respondí:
—No veo que deba ser así,
si es que Infinito nos puso aquí
fue para sumar y sumar sin fin.
Si es suma par, da igual,
mientras no se sume mal.
Y hay muchos Unos por ahí,
sin una suma para convivir,
da lo mismo si es par o impar,
mientras tengan con quien contar.
Por favor, déjenos sumar,
si a nadie vamos a dañar.
Desde entonces fui dejado
en un conjunto cerrado;
hace años no veo a mis primos,
hace años que no me animo
a pedir que me dejen salir
o que sólo me dejen vivir.
Desde entonces varios como yo
a Infinito le dijeron adiós;
se fueron y no le importó,
pues eterno de ser no dejó,
y aún no se cansa de gritar:
\"¡No se debe hacer la suma par!\".
Soy Dos y a Cuatro no me pude sumar,
ellos siguen y siguen rompiendo la paz,
y no se dan cuenta, ¡qué rabia me da!,
pues suman y suman, y sólo restan más.