De pequeña no entendía la fascinación que la gente siente por ti,
pero al crecer, fui descubriendo y comprendiendo
que, como tú, no hay dos en el mundo.
Cada día me embeleso más con tu belleza natural,
tan cautivadora, tan acogedora,
que te abraza y te envuelve en su calidez.
El río se convierte en tu mejor melodía,
las aves son recordatorios de que estamos vivos,
y los atardeceres, tus versos más hermosos.
Tus tradiciones son incomparables,
únicas y llenas de carácter; ahora lo entiendo.
Te amo por lo que eres y por lo que ofreces,
me has brindado amor y un sentido de pertenencia;
en ti siempre encontraré mi hogar.
Me regalaste a las personas más maravillosas,
amigos incondicionales que nunca me dejaron morir,
las mejores palabras para expresar mis molestias.
Aunque anhelo volar hacia otros horizontes,
cada día reafirmo que siempre regresaré
a tu calor y a tus brazos abiertos,
donde la verdadera definición de familia prevalece.