OscarCampos

(Veintitrés)

 

La tormenta,

quiebra las ramas y desordena las olas,

mientras las gaviotas buscan los acantilados,

sus alas no la sostienen,

pero más tarde,

el día esconde el silencio de su canto,

 giran, mirando el caos  

del crepúsculo.

 

La tormenta no destruyó sus alas,

le enseño los límites de su instinto,

y encontrar una belleza abierta,

en el desafío de la supervivencia.

 

Nadie les dijo como resistir,

 simplemente lo hicieron.

El cuerpo y su espíritu transformaron,

sus alas en una estrategia de vida.

 

Así, cuando una nueva tormenta regrese,

tu existencia será parte de una transformación,

un vuelo de tu espíritu,

una resistencia que te une a todo.”

 

Como un dragón del desierto,

el viento enloquecido y hambriento,

arrastra la voracidad de la arena,

como una danza brutal sobre la piel.

El joven tropezó,

su cuerpo se enredó en un manto de fuego.

Sus pasos débiles,

no se trataba de huir,

debía aprender:

“No siempre es tiempo de correr,

permanecer de pie es la actitud”

 

“Déjate vestir”

le murmuro el desierto,

entendió que hasta en la vulnerabilidad

y desolación siempre hay un refugio

donde renacer.

Cada tormenta que te golpea,

hay un espacio para el cambio,

como el vuelo de un pájaro,

en un rito de regreso a su nido.