A mi hermana María
Un sollozo me escuece en las entrañas
no se atreve a salir, desasosiega
el quejido que hiere y que doblega
y de dolor inunda mis pestañas.
No hay pañuelo que empape mi dolor
ni queja que me libre del tormento
ni de este infame y vil abatimiento
que surca libremente mi interior.
Me has soltado, María, de tus manos
y sin tu alegría yo me siento sola,
y a merced de los yerros cotidianos.
hoy te siento volando en la campiña,
entre el color del trigo y la amapola
jugando libremente como niña.