Un día como cualquiera
volvió a la montaña un lobo
en busca de su caverna
y completamente… ¡solo!
Cuando iba por el camino
(que ya no estaba boscoso)
pensó, se había perdido,
pero no sabía… ¡cómo!
Se sintió muy confundido
por momentos, agotado,
la montaña sin su brillo
no cantaba el mismo canto.
Buscó el agua cristalina
de aquel río recordado,
pero solo halló arenillas
y hojas secas de salamos.
El ambiente no era el mismo
se drenaron los arroyos
que lucían cristalinos
donde hoy buscan más el oro.
Y aquel lobo sin comida
ya sin nada que beber
no encontró agua cristalina
y al final… ¡murió de sed!