Aún prisioneros, no han roto sus cadenas;
grilletes que la sociedad forjó en sus mentes.
Pero el libre pensador, como un río indomable,
ha quebrado el yugo y camina hacia el despertar.
En su corazón yace una semilla,
pequeña, frágil, pero llena de promesas.
Sin voluntad, paciencia y perseverancia,
esa semilla dormirá en su infertilidad.
Riega, entonces, la semilla de mostaza;
déjala beber de tus sueños y esperanzas.
Solo así crecerán sus ramas fecundas,
cobijando en su sombra un nuevo amanecer.