Ama el mar de las olas su embestida
que a las barcas le sirven de remero;
y la estrella, de gran fulgor vestida
es el faro celeste del viajero.
El sol brilla, con aura que encendida
da su lumbre al romántico jilguero;
y la dulce torcaz, de amor henchida,
la perfuma el aroma del romero.
Los laureles, de estampa tan erguida,
con sus flores adornan el sendero;
porque sirve de ruta preferida
al poeta y magnífico trovero.
¡Más tu amor a mi amor le niega abrigo
cuando anhela tan solo estar contigo!
Autor: Aníbal Rodríguez.