racsonando

¡Greguerías y ojos

¡Greguerías y ojos!

 

 

 

Son estos los ojos, con ellos contemplo las intensas plenitudes de lo simple y complejo.

Son un catalejo en que mora mi Dios, y otean de reojo tu extensa mansión.

Nos miran los ojos muy cerca y de lejos, como si fueran astros encendidos o quietos.

Y sus mundos inquietos especulan pasión.

Presumen tus ojos si deambular pueden con cayado y bastón;

guirnalda y diademas, presumen los ojos, de divas que un día comparten secretos al Olimpo y su Dios.

Los míos, enojos, cuando advertir pueden las fieras querellas, calculada traición.

Nos juzgan los ojos, cordura y abrojos, si divisan a usanzas la festiva ambición.

Atienden los ojos, vigías expertos, si al amor acecha el mismo desamor.

Con ellos ojeamos, las hojas caídas y si el viento se lleva fallida pasión.

Advertimos con ojos de augusto linaje, el mundo distante,

la casa en que mora la pobre riqueza y gallardo pregón.

Observan, divisan, otean y espían en su negro azabache, azul disparate,

y sobrados matices de los pocos ojos en que deambula el honor.

Contemplan, distinguen, perciben y acechan, descubren, revisan;

atienden curiosos y avistan los ojos tanto dislate de la vanidad de hoy.

Son estos los ojos, los tuyos y míos, testigos y jueces,

que en la cotidianidad fenecen y ponen matices...

¡mal llamado amor!.