Son estos los ojos, con ellos contemplo las intensas plenitudes de lo simple y complejo.
Son un catalejo en que mora mi Dios, y otean de reojo tu extensa mansión.
Nos miran los ojos muy cerca y de lejos, como si fueran astros encendidos o quietos.
Y sus mundos inquietos especulan pasión.
Presumen tus ojos si deambular pueden con cayado y bastón;
guirnalda y diademas, presumen los ojos, de divas que un día comparten secretos al Olimpo y su Dios.
Los míos, enojos, cuando advertir pueden las fieras querellas, calculada traición.
Nos juzgan los ojos, cordura y abrojos, si divisan a usanzas la festiva ambición.
Atienden los ojos, vigías expertos, si al amor acecha el mismo desamor.
Con ellos ojeamos, las hojas caídas y si el viento se lleva fallida pasión.
Advertimos con ojos de augusto linaje, el mundo distante,
la casa en que mora la pobre riqueza y gallardo pregón.
Observan, divisan, otean y espían en su negro azabache, azul disparate,
y sobrados matices de los pocos ojos en que deambula el honor.
Contemplan, distinguen, perciben y acechan, descubren, revisan;
atienden curiosos y avistan los ojos tanto dislate de la vanidad de hoy.
Son estos los ojos, los tuyos y míos, testigos y jueces,
que en la cotidianidad fenecen y ponen matices...
¡mal llamado amor!.