Entre plegarias de eco sordo,
el futuro retrocede como un río que se niega a avanzar,
dejando un tinnitus de circunstancias,
un empeño que florece estéril
en la tierra donde nunca brota el mañana.
Creemos poseer la razón,
como quien se aferra al reflejo en un charco,
pero la voz que guía se disuelve en el viento,
y apenas nos queda el murmullo
de algo que nunca fue nuestro.
¿Es real lo que ansiamos tocar?
¿O acaso la niebla de lo difuso también pertenece al ahora?
Las tradiciones, esas cadenas de ojos ajenos,
nos enseñaron a mirar a través de un lente prestado,
pero quizá, en lo borroso,
habite la verdad que tanto hemos negado.