A una cierta hora de la madrugada,
tras el descenso abrupto del sereno,
generando sensación de frio pleno,
he de escucharla, (al principio alejada).
de pronto, siento una espectral palmada,
que de poco en poco gana terreno.
como el más mortífero y cruel veneno,
que roba el alma, y nos deja sin nada.
Estoy muerto, mirando una silueta,
que se alza dorada e iluminada,
como si el cielo fuera toda meta.
Consigo mi alma desilusionada,
se ha liberado de quien la someta.
(la idea de morir quedó olvidada).
Juan Amezcua