Ya no busco ganar cada batalla, he soltado la necesidad de tener siempre la razón, porque en el silencio encuentro la reflexión.
La ira ya no me gobierna, es un fuego que dejo arder hasta que el humo se disipe. Ya no corro tras lo que huye, ni me aferro a lo que duele. He aprendido que la vida es un ir y venir que nos mueve.
Entiendo que el dolor no es enemigo y que las cicatrices dibujan un mapa honesto. Perdí el miedo a soltar y me sigo eligiendo.
Escucho antes de hablar, observo antes de juzgar. No siempre digo lo que pienso, pero pienso más de lo que digo...
¿Y ahora escribo?