Sami Sanz

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A unas manos cansadas 

 

Se extendían hacia mí  como ofrendas de cariño, eran dos palomas mensajeras  que llevaban muchos calendarios  transitando por el cielo de la vida, lo decían las voces de sus arrugas,  los tatuajes por las marcas de sol  y el grito resquebrajado de su piel por el paso de los años. 

 

Y ahí estaban, frente a mí, extendidas como dos ramas de almendro  dispuestas a compartir sus frutos  en el saludo fraterno  que dan de beber y bebes desde el ánfora del alma, porque no puede ser de otra forma, cuando su fragancia es de flores blancas y su esencia, de alboradas despejadas. Eran las manos de una ancianita, la más buena, sincera y noble que conocí,  manos que tomé con delicadeza, como se acaricia una obra de arte, las que besé con reverencia de lo sagrado y que retuve con las mías  como queriendo perpetuar ese instante a su lado. 

 

Al mismo tiempo que me preguntaba… 

 

Cuántas caricias habrán dado. 

Cuántas palmadas de aliento y paz habrán entregado.

Cuántas lágrimas habrán secado. 

Cuántos platillos exquisitos habrán preparado.

Cuántas manualidades habrán realizado. 

 

¡Cuántas, Dios mío, cuántas! 

 

¿Recibirán el cariño que han brindado? 

 

Respuestas que quedaban en el aire  mientras buscaba sus cansadas pupilas  para completar el maravilloso cuadro, las mismas que me miraban con la pureza de la alborada  y la ternura de una madre a sus frutos. Eran dos luceros encendidos en el ocaso de una vida. y ese par de manos cansadas y arrugadas, palomas mensajeras de paz y amor   que recordaré mientras viva. 

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A esas manos cansadas  

nunca las podré olvidar 

dos palomas que al volar  

dejan sus marcas sagradas. 

Manos lindas y arrugadas  

que transitan por el mundo,  

pintando cada segundo  

trazos de vida y amor, 

dando de sí lo mejor  

con un cariño profundo. 

 

Mi canto no es suficiente  

para honrar preciosas manos  

con esos surcos arcanos  

y sus venas prominentes. 

Se quedarán en mi mente, 

en mi alma y corazón  

llenando así de emoción  

a mi verso que hoy se inclina 

a besar su piel divina  

con respeto y devoción. 

 

A esas manos de cielo  

que merecen ser honradas, 

consentidas y adoradas  

que son del mundo su velo. 

Les dedico el terciopelo  

de mi poema sensible, 

y de forma irresistible  

beso su piel con vehemencia 

y me quedo con su esencia  

amorosa y apacible. 

 

Inés Sánchez Rico 

México 

05/12/24 

18:27 hrs.

 

Hermosa la descripción

de unas manos labradoras

que por tanto las adoras

con todo tu corazón.

Surcos llevan de pasión

y del amor que sembraron

porque mis ojos lloraron,

recordando a mis ancestros

con sus manos siempre diestros

que buen fruto nos dejaron.

 

Freddy Kalvo

16/01/2025