A unas manos cansadas
Se extendían hacia mí como ofrendas de cariño, eran dos palomas mensajeras que llevaban muchos calendarios transitando por el cielo de la vida, lo decían las voces de sus arrugas, los tatuajes por las marcas de sol y el grito resquebrajado de su piel por el paso de los años.
Y ahí estaban, frente a mí, extendidas como dos ramas de almendro dispuestas a compartir sus frutos en el saludo fraterno que dan de beber y bebes desde el ánfora del alma, porque no puede ser de otra forma, cuando su fragancia es de flores blancas y su esencia, de alboradas despejadas. Eran las manos de una ancianita, la más buena, sincera y noble que conocí, manos que tomé con delicadeza, como se acaricia una obra de arte, las que besé con reverencia de lo sagrado y que retuve con las mías como queriendo perpetuar ese instante a su lado.
Al mismo tiempo que me preguntaba…
Cuántas caricias habrán dado.
Cuántas palmadas de aliento y paz habrán entregado.
Cuántas lágrimas habrán secado.
Cuántos platillos exquisitos habrán preparado.
Cuántas manualidades habrán realizado.
¡Cuántas, Dios mío, cuántas!
¿Recibirán el cariño que han brindado?
Respuestas que quedaban en el aire mientras buscaba sus cansadas pupilas para completar el maravilloso cuadro, las mismas que me miraban con la pureza de la alborada y la ternura de una madre a sus frutos. Eran dos luceros encendidos en el ocaso de una vida. y ese par de manos cansadas y arrugadas, palomas mensajeras de paz y amor que recordaré mientras viva.
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A esas manos cansadas
nunca las podré olvidar
dos palomas que al volar
dejan sus marcas sagradas.
Manos lindas y arrugadas
que transitan por el mundo,
pintando cada segundo
trazos de vida y amor,
dando de sí lo mejor
con un cariño profundo.
Mi canto no es suficiente
para honrar preciosas manos
con esos surcos arcanos
y sus venas prominentes.
Se quedarán en mi mente,
en mi alma y corazón
llenando así de emoción
a mi verso que hoy se inclina
a besar su piel divina
con respeto y devoción.
A esas manos de cielo
que merecen ser honradas,
consentidas y adoradas
que son del mundo su velo.
Les dedico el terciopelo
de mi poema sensible,
y de forma irresistible
beso su piel con vehemencia
y me quedo con su esencia
amorosa y apacible.
Inés Sánchez Rico
México
05/12/24
18:27 hrs.
Hermosa la descripción
de unas manos labradoras
que por tanto las adoras
con todo tu corazón.
Surcos llevan de pasión
y del amor que sembraron
porque mis ojos lloraron,
recordando a mis ancestros
con sus manos siempre diestros
que buen fruto nos dejaron.
Freddy Kalvo
16/01/2025