Permanece tu boca sobre la mía,
así como del fuego, su quemadura.
Permaneces, en el instante sin aire,
que mi alma de pez calla y abandona,
en la herida muda,
que la carne fría tiembla.
.
Qué lentitud mujer, extiende tu boca,
entre las horas, que la vida me olvida,
si pareces el dulce epílogo,
de toda una primavera de flores,
igual de dulce, igual de veneno.
Qué lentitud mujer, se extiende,
sobre la colmena, que tu beso defiende.
.
Solo tú acudes a mi entierro,
cada noche de rezos y caricias negras,
solo tú cuando lloras, me resucitas.,
!Ay del día que a mi duelo,
ni acudas, ni me llores!
Porque ese día,
yo habré nacido a la vida,
esa, que tanto, te necesita,
tanto, me duele en el alma.