No fueron para mí,
pero llegaron como saetas
a mi corazón.
Entraron como torrentes por mis venas
alojándose en mi alma
con los sabores de la miel.
¡Qué tarde supe
que no fueron para mí tus versos!
Lo vi en tus ojos
cuando mi voluntad
cautiva era ya de tu palabra.
Un adiós de tus labios prendió la mecha
de mi locura… y, nunca, nunca sabrás
por el camino que yerro.