Tú! Mi altiva ave blanca,
no lances en mí tu indiferencia.
Motivo eres de mil cartas,
y mil cartas vuelves ausencia.
¡Rompes mi alma, mi calma!
Látigos haces mi dolencia.
Como noche, de mí te apartas,
con días que veo en lucernas.
Cual mares, silencios y sombríos,
brújula rota en la tormenta.
¡Mírame! ¡Oh, mírame, amor mío!
En tu amor mi fe se sustenta.
………….
Exclamé con la voz quebrada,
en contienda contra la penumbra:
“¡Despierta! ¡Despierta, mi amada!”
Y encontrase dormida… en la tumba.
Galva