Se tiñe el cielo de un manto oscuro,
como un suspiro vasto y puro.
La luna asoma, tenue y callada,
vigía eterna de la noche estrellada.
Los astros brillan en un río de fuego,
pintando sueños en el tiempo ciego.
Cada chispa es un eco de lo infinito,
un rastro eterno que nunca se ha escrito.
El viento danza entre los suspiros,
lleva consigo promesas y giros.
Habla en su lengua de sombras suaves,
mientras la noche sus secretos abre.
Hay un hechizo en la calma profunda,
donde la vida, por fin, se desnuda.
Allí las almas encuentran su norte,
perdidas, vagan en la luz de un soporte.
El cielo, espejo de anhelos perdidos,
guarda silencios y sueños dormidos.
La noche abraza con manos de seda,
y alivia el llanto de quien en ella queda.
Oh, vasto abismo de paz y tormento,
eres refugio, eres lamento.
Cielo y noche, eterno abrazo,
del universo, el más fiel trazo.
Quien te contempla, pierde el sentido,
se hace del todo, se siente perdido.
Pues en tus sombras, el alma reposa,
y
encuentra en ti su verdad hermosa.