Forgetfulness

I. Charcos

Un inmensurable batallón de nubes

se despliegan en toda la comisura:

la comisura infinita del cielo inmenso.

Estáticamente el ruido sonoro armoniza,

chispas transparentes caen a mares

en su llegada con halago a las tierras fértiles

 

¡plop! ¡plop! ¡plop!

 

Las lágrimas de un mundo inexplorado advierten su presencia llegar.

Las lágrimas de un cielo acomplejado se sienten con el tocar.

 

¡plop! ¡plop! ¡plop!

 

Un sonido ameno reverbera en mi frágil interior,

arroyo artificial en las manos desborda como bribón.

Los recuerdos de un viejo momento recaen en mí,

pero ningún reflejo concreto sobresalta de mí.

Una memoria cristalina en el mar iracundo,

charco de humanidad en el fin del trayecto.

 

¡plop! ¡plop! ¡plop!

 

La tierra humedece;

la tierra se sumerge;

la tierra se convierte;

la tierra más no existe.

 

¡plop! ¡plop! ¡plop!

 

Los cráteres de batallas en la gran naturaleza.

¡Las vivencias del océano en su completo momento!

Rodar, jugar, saltar: mis acciones en completo;

vivir, convivir, reír: mis acciones en el alma.

Es ahora, el arroyo, flujo de la sangre cristalina,

observo el campo, casi tan idílico como calma,

no estoy seguro de si llorar o todo esto extrañar,

soy el mismo aun flotando en la deriva del ultramar.

 

¡plop! ¡plop! ¡plop!

 

Numerosas venas azules abren lugares a recorrer,

un cielo terrestre en laderas de las tierras cafés,

agua por laderas en una inmensa red neuronal al ver

atascadas en un complejo de nostalgia como rehenes.

 

Ssss… Sssss…Ssssss…

 

Abrazado por el viento, encuentro el campo deshabitado.

Mis antiguos compañeros efímeros, completos, se han evaporado.

Las nubes asoleadas danzan pasionalmente en su virtud.

Mis ojos, bellos como el lapislázuli, alzan la mirada al horizonte;

un horizonte parecido a la más mezquina sequía,

los charcos de la laguna en mi mente me toman en su ineptitud:

 

“La lluvia ha terminado...

pero yo sigo aquí estando”