Yustin

Soy adicto

Soy adicto a una droga: al pasado. Es vía mental y me la suministro cuando la soledad me habla en su lenguaje, maldito y aniquilante. Cuando un momento, una historia, una persona, o una fotografía carga reminiscencias de tragedias, amores perdidos en el tiempo pero no en la piel, o en el alma; reminiscencias de oportunidades no aprovechadas, de labios no apreciados, disfrutados, de amores fallidos por estupideces.

 

Siendo farmacéutico, me receto medicamentos que consumo en su preciso momento, en el lugar correcto para combatir mi adicción al pasado, la droga mental, la droga de los pensadores, la de los vivos.

 

Los días pasan con la velocidad de los vientos en las zonas del valle, las semanas llegan y los meses se acumulan y yo aún sigo aquí, con un enorme deseo de ser una fiera libre, libre para decir lo que los libres dicen; libre para parecerme un venado en una pradera, sin miedo y sin límites.

 

Sueño despierto, lo sé. Pero, es lo que me mantiene firme en tanta tristeza, en tanta frustración, en este hueco que parece un laberinto sin salida. Sueño que por fin encuentro la salida de este vicio, pero ¿qué habrá en el otro lado? ¿Seré libre como lo sueño o habrá un mundo que no conozco?

 

Escucho en los barrios, en los bares, en la calle, en voces lejanas que el pasado ya casi se acaba, que el presente está en el presente, y por lo tanto, es lo que se disfruta ahora. Observo a dos jóvenes a lo lejos fumando, bebiendo con mucho gozo y hablando del presente y de repente me siento distinto, renovado sin haberlo probado. Brillo, gozo, perdono, sonrío, siento paz, serenidad, amo. ¡Qué lindo es el presente, qué vigoroso! ¡Qué letal es!

 

Preciso del presente a todas horas para mí y para aquellos que siguen pegados al pasado, no hay mejor remedio para vivir a todo dar, para no tener lamentos, para dormir como muerto a todas horas.