Se desabrochó el corpiño, estaba sola, no se había dado cuenta, que por el ojo de la cerradura, un joven la espíaba. Era un viejo hotel, separada la habitación por una puerta ciega. El jovencito había quedado solo y cuando oyó ruidos, escudriñó lo que había del otro lado. Fascinado con tanta abundancia de carne, se introdujo más allá de la órbita de su ojo, por el mínimo agujero. Vio como ella, lentamente iba sacándose una prenda tras otra. El hecho de ser vista, la exitaba, y le daba un cariz de malicia. Se introdujo un dedo en la boca, luego fue acariciando su pecho, hasta que las areolas se abrieron en flor. La respiración del otro lado se agitaba. Ella temía un desenclace apresurado, antes que llegara a sus pies. Y los lamió uno a uno sus dedos. Allí oyó un tremendo estruendo y el joven en el arrebato dijo perdón.
(rosi12)