Mirando de su rostro la ternura
con esa su belleza dulce y pura
de origen celestial;
repleto de entusiasmo yo diría
que tiene la pureza de María
con halo virginal.
Mirando su fulgor acariciante
su imagen apacible y tan radiante
de bella esplendidez;
me dice que su luz tan policroma
posee del arcano magno aroma
de tierna candidez.
Su voz que tiene acordes celestiales
ofrece del amor los dulces griales
repletos de pasión;
que dejan la memoria prisionera
de célica y beatífica quimera
que atrapa el corazón.
Sus ojos que parecen mar en calma
penetran tan serenos en el alma
con su color azul;
y ofrece con sus besos el murmullo
que trae de ilusión el dulce arrullo
que ofrece un suave tul.
Supongo que si Dios omnipotente
al mundo regresara nuevamente
su amor a repartir;
con rayo fulgurante de su lumbre
seguro la llevaba hasta la cumbre
para su amor vivir.
Autor: Aníbal Rodríguez.