Hoy que he aceptado
la pena de existir
en la cárcel de tu olvido;
rompo los momentos que viví:
la mitad de lo que he sido.
Sé que han muerto ya los tuyos
Tirados a la orilla del camino,
ese que sigo por orgullo
Para saber qué pasa con mi ausencia,
y nada pasa, ni el destino.
En la basta memoria del hubiera
Que apresa la fiebre del iluso
Ardo con la fe de lo que fuera
La mentira que se impuso.
Y en este ahora que me toca
No sé que hacer conmigo
ni con la huella de tu boca
en los versos que te escribo.
Hoy que la historia es un resabio
que dejó después el frio
del adiós desde tus labios,
surge lo que no fue nunca mío
No pude ver tu intención primera
Ni aliviar tu decepción segunda
Ni evitar la frustración que inunda
La árida muerte que me espera.
Hoy que ningún recuerdo te revela
Y no hay ya por qué olvidarte,
Qué hacer contigo me desvela.
No puedo dejarte, porque de ti
nada me queda.
Y sueño viejos trazos,
espacios conocidos,
pensando en vano que te olvido
Mientras me ato con los brazos
Para impedir que se abra el nido
En el que prometiste quedarte y no te quedas.
Y en todo esto el alma calla,
Que el amor no es parte de su esencia;
las ganas de vivir son las que riegan
la mies de la esperanza. Ella se ha ido
Y el corazón no se halla, desespera.
Pero el alma le asiste, le levanta,
Le hace saber que alguien llega,
siempre llega,
Y en su calmo entender le hace esperar,
y el corazón espera.
Y aquí estoy,
a salvo de confesores y de amigos,
Pensando en la vida que tendré si hoy
llego a saber qué hacer contigo.