Muchas veces he bebido varios tragos amargos, pero nunca como el de tu traición.
No comprendí aquella ficción, pero caí en la aflicción.
Sus labios fueron mojando los míos; se atrevió a jurarme amor.
En pocos meses, ese juramento se convirtió en un cuento de hadas.
Yo, caí, bebí a grandes sorbos aquellas palabras bonitas que salían de su boca.
Hoy esas palabras en verdad me sofocan, no puedo describir lo que en mí provocan.
La creía tan inocente, tan fiel; su sonrisa me parecía leal, su aliento olía a lealtad.
Pues nada fue real; en un descuido su mirada esquivó la mía y allí comprendí.
No quise aceptar que la derrota era mía, que el corazón muy lento ya latía.
Fue difícil para mí ese trago poder absorber ; mi garganta se quemaba.
Cuando se fue, quedé observándome en el espejo; me vi tan ciego.
Muy ciego que no vi y tan incrédulo que creí que era verdad que me amaba.