Boabdil en su montura
y sin volver la mirada,
va derrochando amargura
por su joya, ¡por Granada!
Y el moro soltó un suspiro
al dejar su Alhambra amada.
En su derrota no hay giro.
Llorar, no vale de nada.
¡Granada, niña perdida
en los albores dorados!
No te sientas desvalida
durmiendo el moro a tu lado,
que seis siglos ha llorado
y le faltan ya pañuelos
al mirar desconsolado
la puerta de siete suelos.
Puerta que cruzara un día,
vencido ya y despojado,
para dejar su alegría
en el palacio encantado.
Pero en las noches de luna
Boabdil torna a esa puerta,
y su plegaria moruna
mantiene su alma despierta.