La niebla
La niebla,
ejército silencioso
se despliega en su gris profundo,
con su aliento algodonado
que abraza las esquinas,
ocultando rostros
en su lucha etérea
contra la mortecina luz de las farolas.
Sus halos quiebran
como suspiros en la penumbra,
y poco a poco,
el parpadeo cede,
dejando a la niebla triunfante
tomar el control del paisaje.
Es la hora de los amantes.
En la complicidad del momento,
sus sombras se confunden
en el abrazo de la niebla.
Sus besos se disipan
en el aire espeso,
donde el tiempo se detiene,
y allí,
en su lujuriosa ensoñación,
la niebla custodia secretos
junto a la farola,
cómplice de murmullos
que solo la oscuridad
puede comprender.