Mi soledad por fin es mía
se parece a un lago patagónico
con su piel volcánica y manos de pintora
que me dibuja como un amable laberinto
con espalda cincelada en bruto y voz raspada
revelando mi precaria levedad.
Mi soledad es sorpresiva y solemne
se parece a la majestad de la memoria
con su silencio inquisidor y redes de afrodita
que me interpela a veces como un desconocido
y es en ese instante cuando conmino a mi desnudez
para encontrar lo que supongo me desvela.
Mi soledad es fiel cuando me doy cuenta
se parece al temperamento de las advertencias
y a la prédica para sentirme deseado
diluyendo el castigo de la palabra promesa
ofertando el orgasmo de lo puro
y el inmenso cristal de lo sincero
donde intento solo lo que puedo
y puedo desvelarme por solo lo que quiero
aceptando por fin el desapego
y la virtud de mi propia oscuridad.