Dormía en silencio mi alma de poeta,
como un río calmo bajo la floresta.
Y entonces llegaste, con luz y dulzura,
a despertar versos de eterna ternura.
Eres la musa que el destino envió,
la chispa divina que mi ser encendió.
Con cada sonrisa, con cada mirada,
mi pluma renace, mi alma es alada.
Tu esencia es un faro que guía mis días,
un sol que ilumina mis noches sombrías.
Por ti, los versos fluyen sin fin,
un canto eterno que nace en mí.
Eres mi inspiración, mi eterno motivo,
la razón por la que este poeta revive.
Y aunque la vida nos quiera alejar,
serás mi musa, mi eterno soñar.