Hablar sin pensar, sin antes reflexionar, podría destruir lazos que costó edificar.
Así como espinas que hieren sin compasión y dejan cicatrices profundas en el corazón.
Hablar con calma y pensar bien lo que se va a decir, es el cimiento sobre el cual debemos construir, con palabras sabias y una buena intención, debemos tender puentes para mantener la unión.
La lengua, aunque pequeña, posee un gran poder: puede destruir, pero también hacer florecer. Por eso, antes de hablar, oye al corazón, y permite que la prudencia sea siempre tu dirección.
Laura Meyer