Sentí que moría en vida. La depresión me envolvía, cada día era un peso que me hundía más, y a veces, todo parecía desvanecerse. Nada tenía sentido. Sin embargo, en medio de esa oscuridad, algo en mí seguía empujándome a seguir. A escribir. Como si la palabra fuera lo único que pudiera salvarme de perderme por completo. El dolor era insoportable, sí, pero escribir me mantenía viva, me otorgaba un propósito, aunque fuera solo por un instante. Quizás, escribí en esos momentos para no olvidar quién era realmente.
Azucena Ibatá Bermudez