El tren avanza; retroceder no puede,
frenar menos…
Si lo hace, pierde
los segundos más valiosos de cualquier bestia al galope
del mortal imperial…
El humo que desprende
me lleva por pampas en forma
de aros encrucijados…
En primera clase,
me siento un perdedor vestido de terno fino, ordinario.
En la tercera, me siento un ganador,
en son de humildad, libre de malas vistas
y murmullos desclasistas…
La belleza magistral, natural,
por la ventanilla…
Los rieles desembocan rapidez en frenesí de inquietud…
Mas al bajar,
donde dormir no tengo…
Los rieles, mis mejores amigos,
de barrotes malhumorados
y fríos… pero de buen corazón…
que me abrazan hasta cicatrizar
viejas heridas…
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