El sueño era un lienzo negro,
tan pletórico como vacío,
delimitado en su infinita contradicción.
Era un matiz de omisión,
planteando el desafío,
del momento lóbrego.
El lienzo no era nada,
no era una visión,
apenas era una ventana.
El color más puro de la mañana,
es la penumbra en eclosión,
antes de ser difusamente iluminada.