JUSTO ALDÚ

¡ARRIBA LA CELESTE! (Relato)

Verso, un hombre mayor de vida rutinaria, regresó a casa aquel viernes después de una larga jornada de trabajo. Anhelaba la calidez de su hogar y, sobre todo, el contacto con su esposa. Sin embargo, algo en él había cambiado. El deseo estaba intacto, pero su cuerpo no respondía. Frustrado y preocupado, la noche pasó sin consuelo.

A la mañana siguiente, decidió acudir al médico. Tras una serie de exámenes, el diagnóstico fue claro: andropausia. No era el fin del mundo, pero para él, un hombre orgulloso de su vigor y bien dotado, fue un golpe difícil de asimilar. Salió del dispensario rápidamente sin esperar recomendación ni cura, sumido en pensamientos oscuros, recordando el  cuerpo encendido de su esposa y ahora él era un simple guiñapo con un pedazo de carne  inerte colgando.

El hombre se alejó caminando sin rumbo fijo, hasta que una voz suave y melodiosa lo sacó de su ensimismamiento.

—¿Se encuentra bien?

Levantó la vista y se topó con unos ojos de un verde esmeralda que lo observaban con ternura y curiosidad. Era Poesía, una enfermera de mediana edad, de cabellos rubios y figura escultural. Verso sintió un escalofrío recorrer su espalda. No quería hablar de su problema, la vergüenza lo consumía, pero el magnetismo de aquella mujer lo impulsó a invitarla a un café. 

Dios, ¡Qué hermoso cuerpo! -pensaba, al recorrer con sus pupilas su presencia.

Poesía aceptó y, entre tazas humeantes y miradas cómplices, surgió un deseo latente. Verso, entre halagos y sonrisas tímidas, le confesó su situación. Para su sorpresa, Poesía no solo comprendió, sino que con un gesto de complicidad le recomendó la solución: Una mágica pastilla celeste.

Ambos se deseaban y se devoraban con miradas, pero a la  vez sabían que solo era una primera cita y no era el momento más indicado.

Esa noche, Verso volvió a casa con un destello de esperanza. La pastilla hizo su efecto y, por primera vez en mucho tiempo, sintió su virilidad renacer. Su matrimonio recobró la pasión, la llama volvió a encenderse, y su esposa lo recibió con asombro y alegría. Sus quejidos de placer quebraban la tranquilidad de la noche

Sin embargo, una sombra perseguía a Verso. En cada encuentro con su esposa, recordaba a Poesía, la mujer que le había devuelto la confianza. Se encontraba en una encrucijada, atrapado entre la fidelidad y la tentación, entre la seguridad de su hogar y la emoción de lo desconocido. Todo por culpa de la bendita celeste.

¿Seguiría disfrutando de su renacida pasión con su esposa, o se atrevería a explorar un nuevo camino junto a Poesía? Verso aún no tenía la respuesta, pero lo que sí sabía era que su vida jamás volvería a ser la misma.

Verso resolvió con el consejo de Poesía, pero Poesía quedó siendo la tentación de verso, quizá porque el verso es poesía ¿curioso, no?

 

JUSTO ALDU

Panameño

Derechos reservados / enero 2025