El cielo es azul como mi sueño,
y se va oscureciendo como el recuerdo de mi muerte.
Las enredaderas de flores que me visten se marchitan y me desnudan, la vergüenza se destapa, el vacío se reafirma y se desangra, como mi madre el día de mi nacimiento.
El sueño se escapa entre mis manos al anochecer y de pronto se cuela en mi ser disfrazado de imágenes de terror y torturas.
La eterna ruina de una mente que recuerda y proyecta la más dolorosa de las memorias que mi alma y mi cuerpo jamás han sentido día tras día.
Los recuerdos queman y arden sin parar dentro de mi pecho, como el miedo asesino que se despierta conmigo cada mañana y me susurra como sigo sin saber cómo vivir, y que ni siquiera entiendo como lo hacen los demás.
Las etapas de mi vida se marchitan junto a las bellas flores del nacimiento, y más tarde los demonios las queman y se deleitan esparciendo las cenizas sobre mi cuerpo.