Cuando fui solo un niño
que a la vez no lo era
por ser pura ilusión
de una tierra lejana,
un cuadro en la pared
mostraba mis recuerdos
fuera de aquel emporio,
que en silencio, habitaba.
Cuando llegué a ser un hombre
callado y solitario,
rodeado de fantasmas
hasta caer la noche,
comprendí que existía
un silencio divino,
que rompe con sus ruidos
la voz de las palabras.