Escribo pensando en ti,
porque es lo único que sé hacer.
Imagino que al leerme
te robo un suspiro,
que me recuerdas como algo bonito,
quizá lo más hermoso que te pasó,
aunque ni tú ni yo creamos en eso.
Soy un imbécil, lo sé,
te encuentro en canciones
que odio escuchar,
en parejas que pasan de la mano,
y pienso: así quería estar contigo.
Patético, ¿verdad?
Ni para olvidarte sirvo,
ni para valorarme me alcanza.
Escribo para sacarte de mí,
para exorcizarte,
pero también con la esperanza absurda
de que un día regreses,
y cuando lo hagas,
ojalá sea demasiado tarde,
porque al menos una vez
quiero ser yo el que gane.