Con grande tristeza
al mundo contemplo
de luz y ternura
su lumbre perdiendo
y veo en los rostros
profundo silencio
que causa un destino
de futuro incierto.
Despierta la aurora
pintando su lienzo
de clara armonía
con lindos arpegios
mas luego se cruzan
espadas de acero
que cortan la savia
de hermosos ensueños.
Famélicos niños
de flácidos gestos
recorren las calles
cual perros sin dueño
mostrando en su estampa
del hambre su sello
entonces me digo
con gran desconsuelo:
¡De Dios sus bondades
no sirven al pueblo!
Escucho de guerras
de tiranos cruentos,
de púberes niñas
vendiendo sus cuerpos,
de ingrata miseria
que sufre el obrero
con un familia
sin ningún sustento.
Y veo los curas
hablando del cielo
y escucho al político
su discurso eterno
con esas promesas
de grandes progresos
y que en ambos casos
sólo queda el eco.
Y yo que camino
por esos senderos
donde la esperanza
parece que ha muerto;
del pobre en sus ojos
yo miro el reflejo
de penas que imponen
poderes perversos
haciendo que grite
con muy firme acento:
¡De Dios sus bondades
no sirven al pueblo!
Autor: Aníbal.Rodriguez