Divagaciones
-Redondillas-
El pelo cano es preludio
del futuro que se acorta.
¡Qué el mundo no me soporta...
También a él yo lo repudio!
Es un sentimiento raro
que habla de mi desapego,
de mi verdad, mi \'alter ego\';
de ese otro yo en quien me amparo.
Año tras año me veo
cruzando el umbral del mal;
lo realmente fatal
es que sigo de ello reo.
Comer la fruta prohibida
nos condena al drama eterno,
a un frío y oscuro invierno
dónde el alma está perdida.
No vale el arrepentirse,
el querer corregir algo,
hacia la muerte cabalgo
sin que mi alma piense en irse.
¿Pero, cuál fue mi pecado?
Día a día me pregunto,
hoy parezco ya un difunto
al que aún no han enterrado.
¿No será sólo mi mente
quién me acusa sin motivo?
Del bien me sentí cautivo
pero llegó la serpiente.
En la mente las ideas
alegremente pululan,
ideas que confabulan
contra ti aunque no las veas.
Mi serpiente es la ansiedad,
la tonta culpa y la angustia.
Sentir una mano mustia
es no sentir de verdad.
Bailo con esta pareja
-a la ansiedad me refiero-
desde que tengo babero,
mal suena entonces mi queja.
La verdad es que camino
entre marismas y arbustos
y tengo tantos disgustos
que me vengo con el vino.
El vino y los ansiolíticos
son mala combinación
que nos dan un subidón
creyéndonos seres míticos
pero nada lo compensa.
Sentir la muerte inminente
como inquilina en mi mente...
A mi alma vuelve indefensa.
Paseo con \'la Pelona\'
como muerto día a día.
Quién a mí me lo diría
que sería mi patrona.
Como lo fue Prometeo
también vivo encadenado,
de día estoy angustiado
de noche lo paso feo.
Siento que a nadie empatizo
porque no me falta un ojo,
porque no camine cojo;
mi mal nunca visualizo.
No ocurre esto con mi psiquis,
con lo que mi mente esconde.
Mi hipotálamo responde
de manera \'tiquis miquis\'.
Nunca pasaré a la acción,
-pues me quedo con la idea
que aún siendo cruel y fea-...
Siempre vence al corazón.
Así que estoy que divago
entre un ángel y un demonio,
para mí son un binomio
que generan un mal trago.
Si hago algo bien no lo creo
aunque digan lo contrario,
Si lo hago mal un rosario
en la noche ronroneo.
El sentimiento de culpa
no me deja nunca libre,
amargo como el jengibre
de todo siempre me inculpa.
Sin notarlo llego a viejo
con las preguntas de un joven,
sin que los años innoven
en mi perfil tan complejo.
El final nunca lo acepto.
¡Qué la ansiedad me ha ganado!
¡Qué mis sueños a matado!...
Aquello es otro concepto.
Alfredo Daniel Lopez
El guardian del centeno