Dedicada a mi amada hija, Antonella Nazareth.
Sublime serenata
Esa sublime musa
que es la música
me condena a vivir
y a intentar ser feliz.
Chaikovski, Beethoven,
Mozart, Bach y Lits,
insertos en mi alma,
rebozan de melodías
el jardín de hadas,
donde florece la magia.
Ese fecundo tiempo
que es la música
se sumerge en mi
y sacude mi existir.
Cadencia universal
de mis adentros
en sonatas y allegros,
a mi ser encantan,
enseñando del pretérito
actos líricos y épicos
de luces, notas,
fantasías e historias.
Como siempre,
el recital de piano
colmó mi espíritu
de afectos castos
y de honras a los ancestros
en concierto infinito
de célebres maestros,
alumnos y discipulos
en medio de aplausos
prolongados al unísono
de un ferviente público.