Se vuelven polvo las guasasas en mis dedos.
El placer de matar por instinto es genuino.
Sigo a una línea que desaparece en un hueco del jardín.
Resto viscoso, transparente, líquido.
Me recuerda la goma de pegar que se borra
con la salpicadura de unas pocas gotas de agua.
Me encuentro con la tierra removida en espiral.
Minúsculas pisadas deben haber hecho el destrozo.
No tengo deseos de barrer,
ni siquiera paso mi pie para destruirlo.
No tengo deseos de recoger las partículas,
ensuciarían mis manos,
y tampoco quiero lavarlas.
Creo en la posibilidad de salvar al mundo,
creo en la paz del reino animal,
pero son molestas las guasasas
que revolotean cerca de mi nariz.