Tic tac, tic tac,
como un martillo invisible
golpeando las costillas del mundo,
el reloj respira en la sombra,
corta la noche con su gélido pulso.
Tic tac, tic tac,
como un animal agazapado,
aguarda el tañer de su esfera
donde se desgajan las horas,
los días, los meses, los siglos.
Tic tac, tic tac,
caen como hojas muertas
los sueños enmohecidos,
se clavan en un lienzo ocre
tejido con anhelos perdidos.
El tiempo es un perro flaco
que corre famélico y triste
tras los huesos del mundo,
pero nunca alcanza nada.
No hay camino para él,
no hay final ni principio,
solo la burla absurda
de un minuto que se escapa
como agua entre los dedos.
Y el reloj sigue girando,
mordiendo el vacío,
mientras los hombres,
frágiles como un gemido,
nos disolvemos lentamente
en su tic-tac ensombrecido.