Esa tierra mojada sobre la que llueve una y otra vez cada mitad del comienzo de una nueva etapa,
los charcos reflejan el temido final desde el principio.
Tus manos con un cáliz verdoso agarrándome del muslo,
y mis mejillas sienten el calor de esa pequeña muerte que se acerca.
Más tarde repaso en mi mente dolores y tragedias,
llorando a tu lado mientras duermes,
sintiéndome de nuevo sola y perdida, me vuelvo a preguntar:
¿Cuándo será mi turno?