A los cincuenta y más, el alma es sincera,
la sonrisa no es máscara, sino bandera.
Las miradas ya no son fugaces ni inciertas,
brillan más que las estrellas, son puertas abiertas.
A los cincuenta y más, los dogmas se quiebran,
se arranca la farsa, la mentira se aterra.
La piel es un mapa de historias y huellas,
de guerras perdidas... ¡y victorias eternas!
A los cincuenta y más, no hay cuentos baratos,
se besa con furia, sin miedo ni atajos.
Los labios ya no son solo un fugaz paradero,
se quedan, se aferran... ¡se vuelven senderos!
A los cincuenta y más, el cuerpo es un templo,
moldeado en la fragua de fuego y de viento.
No pesan los años, no pesan medidas,
sino almas valientes... ¡que mueran de vida!
A los cincuenta y más, la duda es ceniza,
las sombras no asustan, la crisis desliza.
No pides, no ruegas, no imploras, no lloras...
¡tú amas con furia, con dientes, con horas!
A los cincuenta y más, ya no hay despedidas,
se escoge, se elige, se talla la vida.
Tu amor no es refugio de almas vacías,
es fuego que abrasa... ¡es luz y poesía!
A los cincuenta y más, te vuelves locura,
te vuelves latido, deseo y ternura.
Eres eco en la piel, tempestad en el alma,
eres magia... ¡sueño que nunca se apaga!